Qué buena pregunta, Laura!
La avaricia es un síntoma, de algo muy feo que es la desconfianza profunda (meramente inconsciente y descontrolada) en la propia capacidad de responder a desafíos inesperados de la vida, vinculada con el miedo de no poder generar siempre aquello que se necesita para vivir bien, ya sea para uno mismo, o para poder cumplir frente a otros. Puede también estar vinculado a una distorción o locura, como por ej. de alzar los problemas a niveles de montañas, o de muros imposibles de atravesar, o el de desarrollar expectativas de calidad o cantidad encima del sentido común.
Ya tenemos el conflicto de base: de un lado A, la sensación de incapacidad y pequeñez, con miedo a una posible situación de impotencia propia, y de otro lado B, las necesidades y lo imprevisto como amenaza agrandada.
El lado A puede ser secuela de una vivencia existencial infantil: falta de comida, no saber como ayudar a los padres, o se peleaban siempre por un tema de escasez de plata, o había uno de los padres que se la tomaba, y otra que la ahorraba, o quizás ni siquiera tenía acceso a ella. Hay sistemas familiares que tienen este lado A tan arraigado que todos se "contaminan" de alguna manera con el pensamiento de impotencia ("nosotros somos pobres y de esto no se sale", o el abuelo era tan "bueno" que le sacaron todo, y toda la familia perdió la casa). Toda impotencia infantil tiene algo que ver con situaciones de soledad, o incomprensión, lo que resulta en alguna forma de abandono de parte de los adultos. Hay muchas razones para que un adulto carenciado no pueda acompañar un niño. A veces, algunos adultos logran de modo sutil o mediante exigencias explicitas que los niños -aun en baja edad- se hagan cargo de ellos.
El lado B puede salir del su opuesto obsesivo de un pensamiento sistémico de impotencia ("nosotros fuimos pobres, y NUNCA más quiero serlo) pero también de alguna asociación: por ejemplo al ver películas o revistas que muestran famosos ricos y rodeados, uno puede acoplar tempranamente el hecho de "estar bien" con "tener una infinidad de plata". O puede hacer la conexión mágica, típica de la niñez, con el hecho de tener un poder para cambiar el mundo, (de ahí el éxito de Superman y otros héroes) para callar los "malos", para poder curar a la abuela, o ayudar a todos los familiares a que estén por fin mejor.
El avaro no está capaz de valorar la realidad. Es un refugiado miedoso en su torre de oro, asustado por lo que puede venir. Muchas veces desarrolla paranoia, lo que suele aumentar su reflejo de ahorro obsesivo y de ocultamiento. Es un pobre, porque no sabe ni vivir ni convivir, pospone la vida hacia un nunca más, para una seguridad que nunca alcanza a compensar su inseguridad.
Aunque el avaro pueda elegir, no suele elegir desde la confianza de su abundancia, sino desde la desconfianza... esto lo pone en una zona de miseria que le desvirtúa en sus propios ojos, y su mente, que siempre tiene alguna manera de auto-engañarse para sostener la motivación, convertirá probablemente la percepción de miseria en una suerte de orgullo para sentir que está velando para la seguridad de la vida y de sus familiares. Pero es un orgullo gris, en medio de un corazón cerrado.
Vivir es invertir, jugar, y a veces ganar, o a veces perder... pero siempre adaptándose. Adaptarse es la pesadilla del avaro, por lo que muchos renuncian a evolucionar de verdad. Uno no puede bañar en la vida sin salpicarse con sus aguas.
En síntesis: Ser avaro es como estar en una situación de abandono a perpetuidad, y compensarla con una ilusión: el sueño de experimentar lo que es vivir luego de lograr la seguridad.