Es porque uno se ha olvidado del objetivo de vida de su propio interior, debajo de montañas de mandatos.
Así, es "lo que hay que hacer", "lo que uno tiene que aparentar", "lo que uno cree que se debe", hasta los más pequeños rituales, que ha ahogado el cuidado de la plantita que representa nuestro propio camino.
Para soportarlo, uno se inventa un personaje: paciente, generoso, amado, lo que compensa -con dulce- aquello que no nos atrevemos, (todavía) a sacar a la luz: Lo que sentimos que es nuestra pasión, que nos hace feliz, nos llena, y nos da el lugar que hubiésemos elegido.
Y la nostalgia nos sigue acompañando. A veces se transforma en tristeza, en otros momentos en ganas de consumir, o en enojos... y finalmente dan vuelta, en contra de uno mismo
La revisión de nuestras prioridades, la hacemos casi seguro una vez al año, luego de festejar año nuevo, en la depresión del primer día del año (raro, pero siempre me ha parecido un día triste a nivel general. Esto es muy subjetivo, pero supongo que es así, como una expresión de cuanto nos duele la realidad que haya que afrontar)
Luego, que hacemos de nuestras prioridades? queda un papelito con 15 lineas de buena intención, perdido entre las hojas de un libro? o unas POCAS cosas bien claras, que acompañan nuestra mente dia por dia, hora por hora, hacia aquellos objetivos que vamos alcanzando poco a poco, con constancia, caminando?
El atleta no gana luego de años de desidia y azar, sino por haber puesto horas en cada uno de sus días, hacia la victoria que buscaba.
Es cuestión de decidir, si somos "atletas", o seguimos posponiendo. Hasta el día en que posponer ya no se puede, pero hacerlo tampoco.
Ufff... ¿Para qué brindamos?