Los hijos nacen seguros de si mismos. Es decir, que no dudan, sino que presencian de manera entera lo que viven. Pero se enfrentan con muchos "NO", algunos necesarios y útiles, pero la mayoría siendo una manera cómoda de los adultos para evitar tomarse el tiempo para enseñarles en toda coherencia.
Pero peor que los "NO" son tres cosas: los "SI a todo" (malcriar), la burla y la inseguridad personal.
1) "SI a todo" hace que el niño nunca aprenda a aceptar un cierto nivel de frustración, y resulta que se aburre constantemente de lo que está consumiendo, y pide, pide... volviéndose consumidor compulsivo, de lo que sea (comida, YouTube, Videojuegos, Entretenimiento, etc.). Es una base común -pero no la única- para la depresión infantil y la antisocialización. En otros términos, evitar que un niño participe, aunque sea vinculado con ciertos compromisos, tiene potencial de convertirlo en una persona con razgos adictos, depresivos, antisociales o/y egocéntricos. Nunca alcanzare a insistir lo suficiente en la necesidad de evitar que nuestros hijos estén malcriados, ya que es una forma de aniquilar su percepción de valores referidos a la vida pro-activa real y sus limitaciones.
2) La burla: Más destructiva que la pesta bubónica, ella puede aniquilar años de crecimiento personal y valores fuertes en unos segundos. Es nuestra tarea valiente como padres la de evitar la burla, frente a niños como adultos, haciendo un trabajo de concientización previa con el hijo, para que este capaz de reconocer y reportar cualquier abuso de este tipo sin demora ninguna. Si ya pasó, la tarea del adulto es REHABILITAR al niño frente a los burlantes, pues la experiencia de no estar solo/a frente a estas personas y la sensación de victoria luego de haber sufrido una burla es la mejor manera de compensar, -aunque quizás no siempre a cien por ciento- la burla sufrida.
3) La inseguridad personal: Se entiende con claridad que los hijos se apoyan en uno y nos imitan. (por lo menos hasta que entren en la pre-pubertad). Es redundante decir que si uno está inseguro en todo, no servirá de nada de pedirle al niño que este seguro, pues necesita un ejemplo. Eventualmente tomará ejemplo en otro miembro de familia que le está trasmitiendo esta seguridad. Como padres, tenemos que sanar esta distorsión de la realidad surgida de memorias de nuestra propia infancia, y los hijos lo disfrutarán, en toda naturalidad.
Así que los mejores consejos no son los de enseñar o aplicar teorías, sino de ser ejemplos siendo padres, y de acompañar, apadrinando en los procesos, en las proyecciones y los pensamientos de un niño frente al desafío. Así convierten los problemas en retos, la desconexión de su poder en un disfrute de su capacidad resolutiva.
Finalmente, no nos olvidemos que la inseguridad también puede ser asociada al hecho de percibir algunas diferencias (físicas, cognitivas, sociales) frente a su entorno, y según su personalidad puede interpretarlo de manera traumática. Es algo que en algún momento tendrá que tomar por las astas, enfrentándolo como tarea o proceso espiritual.
